Friday, June 30, 2006

los griegos

“ LOS GRIEGOS “



CAPÍTULO I : INTRODUCCIÓN.

E
l lector debe aceptar por el momento como razonable la afirmación empírica según la cual en una parte del mundo, beneficiada durante siglos por un intenso proceso civilizador, surgió poco a poco un pueblo, no muy numeroso, ni tampoco temible por su poder, ni por cierto bien organizado, que forjó una concepción absolutamente nueva sobre la vida humana y que mostró, por vez primera, cuál debía ser la función del espíritu del hombre. Esta proposición será ampliada, y espero que también justificada, en las páginas siguientes. Podemos empezar ahora mismo esta ampliación, observando que los propios griegos se sintieron, de un modo simple y natural, diferente de los otros pueblos por ellos conocidos. Los griegos, por lo menos los del período clásico, dividían habitualmente la familia humana en HELENOS Y BÁRBAROS[1]. Un griego preclásico, Homero, por ejemplo, no se refiere a los “bárbaros” de esta manera, y no porque fuese más cortés que sus descendientes, sino porque esa diferencia no se había aún manifestado en toda su fuerza.



En realidad, esto nada tenía que ver con la cortesía. La palabra griega “bárbaros” no significa “ bárbaro” en su sentido moderno; no es un término que denota aborrecimiento o desdén; no designa a la gente que vive en cuevas y come carne cruda. Significa simplemente gente que profiere sonidos tales como “ bar, bar”, en vez de hablar en griego. Quien no hablaba griego era “ bárbaro”, ya perteneciera a alguna tribu salvaje de Tracia, o a una de las fastuosas ciudades de Oriente, o a Egipto que, como bien sabían los griegos, era ya un país organizado y civilizado muchos siglos antes de que existiera Grecia. “ Bárbaros” no implicaba necesariamente menosprecio. Muchos griegos admiraban el código moral de los persas y la sabiduría de los egipcios. La deuda –material, intelectual y artística- de los griegos con los pueblos de Oriente rara vez fue olvidada. Sin embargo, esos pueblos era bárbaroi, extranjeros, y fueron agrupados (aunque nunca confundidos) con los tracios, los escitas y otros semejantes. ¿ Sólo porque no conocían el griego? No, pues el hecho de que no hablaran griego señalaba una separación más profunda: significaba que no vivían como griegos y que tampoco pensaban como éstos.






La actitud que tenían ante la vida parecía ser distinta y, por mucho que un heleno pudiese admirar y hasta envidiar a un “ bárbaro” por tal o cual razón, no podía evitar tener la certeza de esta diferencia.

Señalemos al pasar que otra raza (aparte de nosotros) había hecho esta tajante división entre ella y los demás extranjeros. Nos referimos a los hebreos. He aquí dos razas, cada una con plena conciencia de ser distinta de sus vecinos, dos razas que no vivían muy lejos una de la otra y que, sin embargo, se ignoraron casi por completo y no se influyeron entre sí hasta el período siguiente a las conquistas de Alejandro, cuando el pensamiento griego gravitó considerablemente sobre el pensamiento hebreo, tal como puede ver en el Eclesiastés. No obstante, la fusión de lo que ambas culturas tenías de más característico –el sentimiento religioso de los hebreos con la razón y el humanismo de los griegos- fue lo que constituyó la base de la cultura europea posterior: la religión cristiana. Las concepciones gentil y bárbara eran, empero, muy diferentes: la una racial y religiosa, la otra sólo incidentalmente racial y de ningún modo religiosa. ¿ Qué entonces fue lo que llevó a los griegos a establecer tan aguda división? ¿ Acaso se justificaba de alguna manera?

Habría para esta interrogante una respuesta, tal vez verdadera y suficiente. Se podría decir que mientras las viejas civilizaciones orientales eran en extremo eficaces en la resolución de sus problemas prácticos, y en su arte, a veces se mostraban en el mismo nivel que los griegos, resultaron, sin embargo, estériles desde el punto de vista intelectual. Durante siglos, millones de personas habían adquirido una experiencia de la vida y ¿ qué habían hecho con ella? Nada. La experiencia de cada generación( salvo en ciertas cuestiones prácticas) moría con ella , y no como las hojas del bosque, pues éstas al menos fertilizan el terreno. Lo que afine, preserva y amplía la experiencia de un pueblo es la literatura. Antes de los griegos, los hebreos ya habían elaborado una poesía religiosa, una poesía erótica y además la poesía religiosa y la oratoria de los profetas, pero la literatura en toda sus formas conocidas (excepto la novela) fue creada y perfeccionada por los griegos. La diferencia entre las crónicas históricas “ bárbaras” y Tucídides es la que existe entre un niño y un hombre que no sólo es capaz de comprender algo, sino también de hacerlo comprensible a los demás. La poesía épica, la historia y el drama, la filosofía en sus distintas ramas, desde la metafísica hasta la economía política, la matemática y muchas ciencias naturales, empiezan con los griegos.
Si pudiésemos preguntar a un griego antiguo qué lo distinguía de un bárbaro, no creo que nombrase en primer término estas conquistas de la mente helena, aunque él sabía muy bien que había resuelto la mayoría de sus problemas de un modo más inteligente. ( Demóstenes, por ejemplo, al reprender a sus conciudadanos por su blanda política para con Filipo de Macedonia, dice: “ Vosotros no sois mejores que un bárbaro que intenta boxear. Le pegan en un sitio y sus manos acuden a ese sitio, le pegan en otro y allí van sus manos”). Tampoco se le ocurriría inmediatamente pensar en los templos, estatuas y dramas que con sobrada justicia admiramos. Diría, como ha dicho en realidad: “ Los bárbaros son esclavos; nosotros los helenos somos hombres libres”.

¿ Qué quería él expresar con esta “libertad” del griego y esta “ esclavitud” del extranjero? Debemos tener cuidado de no interpretarla sólo en términos políticos, si bien tal referencia es así importante. Desde el punto de vista político quería decir, no necesariamente que gobernara él mismo, pues muy a menudo no era así, sino que, como quiera que fuese regida su comunidad, el gobierno respetaba sus derechos. Los asuntos de Estado eran asuntos públicos, no de la incumbencia privada de un déspota. El griego era gobernado por la Ley, una ley conocida que respetaba la justicia. Si su estado era una democracia integral, el ciudadano participaba en la administración pública –la democracia, según el griego la entendió, llegó a ser una forma de gobierno que el mundo moderno no ha conocido ni puede conocer-, más si no llenaba esa exigencia, él, por lo menos, se convertía en “ miembro” y no en súbdito dentro del sistema y los principios por los cuales éste se regía eran conocidos. El gobierno arbitrario constituía para el griego una ofensa que lo hería en lo más íntimo. Por eso cuando consideraba los países orientales, más ricos y civilizados, veía en realidad cómo un régimen de palacio, encabezado por un rey absoluto, gobernaba no según las normas de los primitivos monarcas griegos, normas procedentes de Temis o que respondían a una leyenda derivada del Cielo, sino de acuerdo con su voluntad personal, la cual no era responsable ante los dioses, porque él mismo resultaba dios. El súbdito de tal amo vivía en la condición de esclavo.

Pero eleuthería – de la cual “ libertad” es sólo una traducción incompleta- encerraba una concepción más amplia que la que da a entender esta palabra moderna, aún cuando ella significa mucho. La esclavitud y el despotismo constituyen estados que mutilan el alma, pues, como dice Homero, “ Zeus despoja al hombre de la mitad de su hombría, si llega para él el día de la servidumbre”: La modalidad oriental de la obediencia chocaba al griego como algo no eléutheron; como algo que a sus ojos afrentaba la dignidad humana. Incluso ante los dioses oraba el griego erguido como un hombre, aunque conocía tan bien como cualquiera la diferencia entre los divino y lo humano. Sabía que no era un dios, pero tenía, por lo menos, conciencia de ser hombre. Sabía que los dioses se hallaban siempre dispuestos a castigar implacablemente al hombre que imitase a la divinidad y que entre las cualidades humanas les complacían sobre todo la modestia y la veneración. Recordaba, sin embargo, que el dios y el hombre tenían la misma prosapia: “ Una es la raza de los dioses y de los hombres; de una sola madre[2] obtenemos ambos nuestros aliento. Pero nuestros poderes son polos separados, pues nosotros no somos nada y para ellos el refulgente cielo brinda para siempre segura morada”.

Así dice Píndaro en un admirable pasaje, a veces mal traducido por los eruditos que deberían conocerlo mejor, y que le hacen decir: “ Una es la raza de los dioses y la otra la de los dioses”. Pero el pensamiento fundamental de Píndaro es aquí la dignidad y fragilidad del hombre, lo cual constituye el origen primordial de esta nota trágica que resuena a lo largo de toda la literatura griega clásica. Y esta conciencia de la dignidad de ser hombre es lo que infunde tal impulso y tal intensidad a la palabra que impropiamente traducimos por “ libertad”.

Pero hay algo más. Existían otros bárbaroi además de los que vivían bajo el despotismo oriental. Estaban, por ejemplo, los pueblos del norte que vivían en tribus, estado del que no hacía mucho habían salido los propios griegos. ¿ En qué residía, entonces, la gran diferencia entre tales bárbaroi y los griegos, si ello no se basaba en la superior cultura de éstos?
Era la siguiente: los griegos habían desarrollado una forma de comunidad que grosera y erróneamente traducimos por “ ciudad-estado”, debido a que ninguna lengua moderna puede hacerlo mejor.

La polis estimulaba y satisfacía a la vez los más elevados instintos y aptitudes del hombre. Mucho tendremos que decir sobre la “ ciudad-estado”; baste señalar aquí que éste, en su origen , una asociación local para la seguridad común, se convirtió en el centro de la vida moral, intelectual, estética, social y práctica de un nuevo hombre, aspectos que desarrolla y enriquece como ninguna sociedad lo hizo antes o después. Ha habido otras formas de sociedad política de tipo estable; la “ ciudad-estado” fue el medio por el cual los griegos se esforzaron en hacer la vida de la comunidad y del individuo más excelente que antes.

Lo que un griego antiguo hubiese puesto en primer término entre los descubrimientos de sus conciudadanos era, por cierto, que ellos habían hallado el mejor modo de vivir. Aristóteles en todo caso pensaba así, pues la frase suya que habitualmente se traduce por “ El hombre es un animal político” quiere decir en realidad: “ El hombre es un animal cuya esencia es vivir en la ciudad-estado”. Si no vivía así, el ser humano se colocaba muy por debajo de su verdadera condición en cuanto tiene de más elevado y característico. Los bárbaros no alcanzaron este nivel de existencia; en ello residía la valla que separaba ambas concepciones.






Al compilar esta reseña de un pueblo sobre el que tantas cosas pueden decirse, me he permitido el lujo de escribir acerca de algunos puntos que me interesan personalmente, en lugar de intentar abarcar el ámbito total de un modo sistemático y tal vez apresurado. Además, me he detenido en Alejandro Magno, es decir, en el período de declinación de la ciudad-estado. Esto no se debe a que considere a la Grecia de las centurias siguientes como carente de significación, sin por el contrario, a que la creo demasiado importante para resumirla en un somero capítulo final, tal como suele hacerse, por lo general. Si los dioses me son propicios, me referiré a la Grecia helenística y romana en el segundo volumen.

Me he esforzado en hacer hablar a los griegos por sí mismos, siempre que me ha sido posible, y espero que del conjunto ofrecido surja un cuadro claro y ecuánime. No he querido idealizar, aunque me refiero más a los grandes hombres que a los pequeños y trato preferentemente con los filósofos y no con pícaros. Los panoramas deben divisarse desde las cumbres; los bribones, por lo demás, son casi iguales en todas partes, si bien en la índole del pícaro griego la dosis de malignidad parece haber sido superior que la estupidez.

( “THE GREEKS”: H.D.F. KITTO .
[1] Usaré el término clásico para designar el período que va aproximadamente desde la mitad del siglo VII A.C. hasta las conquistas de Alejandro en la última parte del siglo IV.
[2] La Madre Tierra.

mapagrecia1

una ayuda para ubicar areas de colonización del mundo griego antiguo

Thursday, June 29, 2006

bitacora página 1


noefita absoluta comienzo este intento de navegante. La intención es generar un espacio de intercambio subiendo a esta página distintos materiales que puedan ayudar a hacer más rápidas las búsquedas de información para mis alumnos y para quien logre llegar. ESO SI DEBEN DISCULPAR LAS FORMAS INICIALES Y PROBABLES ERRORES..no tengo idea , ni la más lejana, acerca de como manejar esto. En fin, empezemos